Agosto fue
un mes muy rudo para el venezolano. Pasar de ver las Olimpiadas a vivirlas, no fue una cosa muy normal. Claro, uno no es
atleta para decir semejante frase. Pero cuando observas que hay carreras de
cinco mil metros, diez mil metros, decatlón y hasta lanzamientos de martillos (que
no son martillos) uno se pregunta:
-¿Ah, es que uno puede ganar medallas
por eso?
El venezolano
de agosto del 2016, ha tenido que lidiar contra colas inmensas -de más de cinco
mil metros- le ha tocado hacer más de diez cosas distintas, para conseguir un
producto alimenticio y hasta lanza, no martillos, pero sí mentadas de madres
que llegan más lejos que cualquier record olímpico. Este año, se retira Michael
Phelps (si no sabes quién es, pues es un sujeto que le ronca al mambo en la natación);
se retira Usain Bolt (si no sabes quién es, pues es un sujeto que le ronca al mambo en el
atletismo); pero la que no se retira y no es precisamente de las Olimpiadas, es la señorita Tibisay
Lucena. ¡Hasta cuándo Tía Tibi!!! Dele chance a otro “atleta”, para ver si
ganamos una medalla de oro en cuanto a democracia y esperanza en Venezuela.
Aparte de
que ya casi termina agosto, también se terminaron los juegos de las Olimpiadas. Mi país solo se trajo tres
medallas olímpicas y bastantes diplomas olímpicos (que son como una especie de
reconocimiento de consuelo para los primeros cinco atletas que no alcanzaron
medalla olímpica en cada disciplina, pero estuvieron cerquita de eso.) Yo no
espero una medalla en mi universidad, pero sí espero mi diploma universitario. Está
difícil, pero es debido a que aquí, en mi Upel
Maracay, al parecer el diploma cuesta más que una medalla olímpica. Ver tantos atletas del estudio nadar, para
morir en la orilla de la graduación, es realmente doloroso en esta competencia
orquestada por quienes hoy promueven la “llegada a la meta” ¡Qué moderno es
este agosto!
La ilusión
de ver ganar a los venezolanos se fue desgastando con el pasar de agosto. Desde
hacer depósitos en bancos mercantiles hasta formarse en colas por un pedazo de
pan que toca multiplicar como hizo Jesucristo, ha sido agotador. Me robaron el teléfono
celular hace un mes, y la velocidad con la que salieron corriendo los tres delincuentes,
me hizo pensar en que quizás hubiesen traído medallas de oro, allá en las
Olimpiadas. ¡Qué lástima que no los llevaron!
Sin duda alguna, ha sido un mes muy
desgastante. Ya se acabaron los juegos olímpicos y me pregunto ¿se acabará esto
que estamos viviendo los venezolanos? Porque las mentadas de madres, por parte
de la mayoría de los venezolanos, están llegando lejos. Lamentablemente nadie
nos dará una medalla por eso.
El martillo que lanzan aquí, los policías y
bachaqueros, está muy rudo. El cuatro por cien metros en atletismo (4x100
metros) que vimos por televisión, no se compara con el seis por mil bolívares (6x1000bs)
que nos toca pagar, cada vez que quieres comprar plátanos en la calle. ¡Y ni
hablar del tiro con arco! ¿Cuánto malandro o pran venezolano no nos hubiese
dejado bien parado allá, si lo hubiésemos llevado? ¡Pero no! Llevemos a los
atletas. ¡Qué agosto, pana! ¡Qué agosto!