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La Frase de mí Tío

"La precisión...no es casualidad"
Enríque García

miércoles, 11 de julio de 2018

La mesa de las remesas


Hoy redacto este pedazo de texto, mientras pienso… 
-¿Cuándo me compraré una mesa?- supongo que debo tener dinero, obvio. Pero según el ex presidente, político, filósofo, uruguayo, guerrillero y motivador personal, José “Pepe” Mujica, las cosas “nos roban la libertad”. Yo no quiero que me roben nada, en realidad.

Con una mesa, yo podría ordenar todo el desastre que tengo en el suelo…y en la cabeza (mentira, no tengo desastres en el suelo. Sé que no.) Incluso, podría poner las cartas y los codos sobre la mesa. Es de mala educación montar los codos sobre la mesa, pero como no tengo, asumo que no importa. ¡Ya va! ¿Qué es lo que no tengo? ¡Ah, sí! País. No, espérense. ¡Era educación! No, espérense. Era la mesa. ¡Sí, era la mesa!   

A veces, considero comprarme una mesa de computadora. Luego, recuerdo que no tengo computadora, así que se me pasan las ganas de comprar dicha mesa. Ante triste percepción, se me quitan las ganas de comprarme una mesa de cocina, una mesa de radio, una mesa de computadora, una mesa de nevera, una mesa de esperanza, una mesa de dominó, una mesa de calentador de agua, una mesa de lavadora, en fin, se me pasan las ganas.  

Según personas optimistas, positivas e idealistas del mundo, todos somos arquitectos de nuestro propio “destino”. En lo personal, me gustaría construir mi propia mesa. Tengo amigos y conocidos que han creado sus propias mesas.  Los admiro. Es un logro admirable. Lo más que he podido llegar a crear, son ideas. Espero montar cosas sobre ellas pronto, como una mesa.

Si pudiese llegar a crear una mesa, me gustaría que fuese una gran mesa. Algo así, como una remesa. Una remesa regrande (léase en tono maro mero macho mexicano). Una requetemesa. Una mesa que sea arre- grandísima.

Hasta donde tengo entendido, el ser supremo, el creador, el único, el inigualable, el Rey de Reyes, es quien creó el cielo, la tierra, los Teletubbies, los pastelados, las bolsas Clap, PokemonGo, a la Tigresa del Oriente,  la Colonia Tovar, todo. Yo no creo que pueda competir contra semejante magnanimidad creadora, pero, para crear una mesa, sí que tengo la voluntad para crear hasta una remesa. De hecho, a pesar de pertenecer al 98% de la población mundial que odia la geometría y las matemáticas, me atrevería a hacer una remesa redonda.

De acuerdo a la mitología antigua de los años anteriores que ya se acabaron, hubo un Rey Arturo (yo me llamo Rei-naldo, pero esto no viene al punto), quien recibió como obsequio una mesa redonda, de parte de su suegro (el también Rey Leodegrance)  cuando subió al trono de Camelot. Ante lo importante de esta mesa, los más distinguidos caballeros de la edad “dividida por la mitad”, eran invitados a sentarse alrededor de la mesa para hablar temas importantes, sin montar los codos sobre ella.

En la actualidad, los venezolanos estamos  distinguiéndonos para llevar la comida a nuestras mesas. ¿Hay mesas en las que se aplaude? ¡Sí! ¿Hay mesas en las que se aplaude? ¡No! Sa-sa-sa, ya tu sa…ya tú sabe’. Alrededor del mundo, dejamos de crear mesas normales, para crear mesas mucho más grandes. O sea, remesas. Que permitan que se siente más de una persona alrededor de esa mesa y puedan disfrutar de un buena conversa, una linda velada, algo interesante, un nutritivo y esperanzador plato de comida, sa-sa-sa, ya tu sa…ya tú sabe’… un pasaje de avión terrestre o  un boleto de autobús aéreo, sin montar los codos sobre la mesa.

Con tantas requetemesas en todas partes del globo terráqueo, intentaría que mi mesa, de la mano de alguna ayuda celestial, sea lo suficientemente grande, con muchas sillas alrededor, para que se gane algún Record Guiness, como la mesa…de las remesas.

P.S: no me atrevería a decir algo tan vacío como “solo se sentarán en mi mesa, los que conmigo pasaron hambre.” Esta mesa, mi mesa, no se habrá logrado crear con plata, sino con “tiempo de vida” (Mujica, 2014)  Puedes sentarte con gusto, con confianza, con hambre, seas quien seas, pero… baja los codos de la mesa, por favor.   

         

domingo, 24 de junio de 2018

La Vinotinto en el Mundial



       No me había dado de cuenta, hasta que me di de cuenta. Cuando el destino me trajo la cuenta, me dijo: “-Veamos esto, Reinaldo, quién lo cuenta.”  El año 2018 está marcado por ideas que van y vienen, chocando como trenes sin riel, en los caminos ferroviarios de la vida.

     Con la llegada del Mundial de fútbol de la Fifa, el aborto, la perfecta destrucción de mi país natal, un mes completo de Peppa Pig, más el presidente de USA reuniéndose con el presidente de Corea del Norte, me dije: ¿Papá Dios, qué más quieres de mí, ¡Dios mío!?

     Nunca me había dado cuenta, que de todos los países que estaban por jugar el Mundial de fútbol, ninguno había hecho tanto esfuerzo para intentar llegar al Mundial, como el mío.  Puede que esto se lea ridículo, pero la razón por la que mi país no ha llegado a clasificar a dicho magno evento…es porque ya estamos en otro mundial. ¿Lo explico?

     Debido a que venimos de un mundo mundialmente invertido, con respecto a todo lo cuerdo y curdo en esta vida, mientras unos se fajan, le ponen “güevas”, coraje, cojines, ganas, sudor, le echan boleros, para llegar al Mundial, en nuestro país, el venezolano está poniéndole un mundial, pero para quedarse. De hecho, desde hace 19 años se ha vuelto difícil jugar en este mundial.

     El mundial en el que participa la pequeña Venecia,  es de una sola eliminatoria, para que haya un solo clasificado, mediante el cual juega en un único grupo como un único participante. Así, pues clasifica a un solo octavo de final (donde decomisan la otra parte, los guardias nacionales), para llegar al cuarto de final (ya que el otro tres/cuarto lo saquean siempre), accediendo a la semifinal (con la otra “semi” ya devaluada), logrando así alcanzar la final finalísima (desabastecida ya).

    
Los conjuntos de rivales que debe enfrentar el venezolano, de a pie, son tan rudos, que son pocos  los invitados a la gran fiesta del Mundial. ¿Necesitas asistir a un Mundial de fútbol, para poder vestir la camisa de tu país, más la bufanda de tu país, junto a la gorra de tu país, aunada a la chaqueta/ chamarra de tu país, combinada con un mono deportivo de tu país, sin olvidar la cara pintada con los colores de tu país? Pregunto, ya que quizás yo sepa la respuesta, pero sé que muchos individuos (lamentablemente y de forma fastidiosa)…también la saben.

     Venezuela es un rival tan fuerte, que Venezuela juega la final de dicho evento contra Venezuela…y la pierde. (Me refiero a este mundial mundano, no al Mundial de la Fifa, que también es medio mundano con sus estafifas).

     La cosa es tan bandera, tan mundial, que mientras en este Mundial de fútbol del 2018 se implementó el uso de la nueva tecnología VAR (Video assistant Referee, por sus siglas imperiales), en mi país abunda la tecnología BAR (Burda de ARrech…) que no permite que alcances situaciones comunes y corrientes, como montarte en autobuses del transporte público.

     ¿Quién va a querer clasificar a otro Mundial? ¿No están viendo lo rudo que es jugar este? “Mandamos” a un muchacho que nunca había esquiado en su vida, a un Mundial de Esquí del 2017. Un ex-presidente mando a sus seguidores a elegir como sucesor presidencial a tremundial incompetente y, pues, sigue “ganando” elecciones gubernamentales. ¡Nah, papá Dios! Este mundial no lo juega ni lo gana cualquiera. Venezuela aun no lo gana. No deja de intentarlo, pero el TibiBAR que hay allá, no se falla ninguna jugada para dictar sentencia a favor de la Venezuela “ganadora”.


Gracias a la calidad de gobierno que gobierna gubernamentalmente mi país natal, muchos venezolanos hemos decidido salir del país, para apoyar a nuestra selección de fútbol en un próximo Mundial de fútbol. No crean que hemos salido del país por alguna otra razón. No. No crean eso, por favor. No importa que no hayan clasificado aún, ya nosotros estamos listos, esperándolos afuera. Sea en Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Argentina, Uruguay, España, EE.UU, Canadá, Irlanda o Quatar 2022, ¡Aquí estamos Vinotinto! No creas que hemos salido del país por alguna otra razón. No. No creas eso, por favor. (Deja de creer que el daño que el BAR de TibiBAR le ha causado a tu mundial ha sido una de las causas, no. No creas eso. Podemos ver la repetición, si gustas). “No confundas papelón, con el refresco Chinotto.” (Sibilino, 2013).


    


domingo, 29 de abril de 2018

La Snitch Budare


En esta oportunidad, escribo desde lejos. Desde una tierra antigua, arcaica, anticuada, arquitectónica, aguacate, armónica, de antaño, gracias a la revolución. ¡Sí! Como lo lees. Como se escucha. Como lo pronuncies, camarada.  Me he reencontrado con mis raíces indígenas, gracias a la revolución, camaradas. Ya va ¿Qué? Primero, lo primero.

 ¿Usted o ustedes (para tutearnos de forma educada en este gorílogo) saben lo que es una revolución? No esa peorra, en la que estás pensando y te estás llenando de odio camarada, no, no, no. Una revolución es un cambio brusco y violento, alcanzando un objetivo deseado. Nunca pensé en dejar mi tierra ni mi aldea. Pero esa mal llamada revolución, que hace que nos llenemos de odio e indignación, hoy me ha hecho plasmar estas ideas en el teclado, como un aguacate estrellado en la pared.

¿Ustedes se imaginan a Cristóbal Colón desembarcando, con sus tres carabelas, durante 18 años continuos…sin desembarcar?  ¿Se imaginan a Harry Potter buscando alcanzar la snitch dorada, viéndola cerca, cerquita, persiguiéndola por 18 años…sin alcanzarla? ¿Te imaginas al Coyote… alcanzando al Correcaminos? (Creo que tiene más de 18 años persiguiéndolo…y contando)

Obvio, Cristóbal Colón sí desembarcó. Obvio, Harry Potter alcanza a la snitch dorada en sus partidos de Quidditch. Lo que no es obvio es ver al Coyote alcanzando al Correcaminos. ¡Eso no tiene sentido! ¡Exacto! Al igual que la pseudo revolución en Venezuela.

 Cuando se sale del país, uno entra como en un juego de Quidditch. Claro, uno no busca “Snitch doradas”. Lo que uno busca es un budare. Ese objeto legendario, único, indestructible, magnánimo, apoteósico, sublime (“-Brutal, brutal, tú me pareces genial”- como dirían Chino y Nacho, en su famosa canción “Me voy enamorandohttps://www.youtube.com/watch?v=0yr75-gxVtM), magistral. Un objeto que nadie conoce, nadie ve, nadie siente ni padece, solo los venezolanos y colombianos. En el oriente venezolano, a los budares también los llaman “aripos” e incluso, se puede presumir de la procedencia del nombre de la “arepa”, ese plato culinario venezolano por excelencia, a partir de ese objeto.

 -¡No, camarada, no! Estoy cansado de explicarle, que una tortilla no es una arepa. Una arepa es una arepa. Una tortilla es una tortilla. Un budare es un budare. Buda…es Buda. No vale, no. ¡Buda no tiene que ver con budare!

En México, a los budares los llaman “comal”. Con eso, ellos hacen sus tortillas. Cuando un venezolano se da cuenta, que no hay budares en la zona donde vive, afuera del país, entra como en un “desespero metálico”. Nos convertimos en Harry Potter, pero sin cicatriz en la frente. Buscas a los lados, arriba, abajo, a la derecha, a la izquierda, al frente. En mercados populares. En las plazas. En las pailas. En las Paulas. En las ferreterías.  Incluso, en cualquier lugar donde veas a una persona de nacionalidad árabe…

-Epa ‘mano ¿tienes budare?
-¿Qué es eso?
-Es como un objeto circular, hecho de acero o metal,  que sirve para asar, no hacer, asar…las arepas.
- ¿Eso son como las tortillas?
-¡Coño, noooo! ¡Tortillas, son otras cosas,vale!

Con la tortilla, los mexicanos hacen tamales, en sus comales. Los venezolanos, con su arepa, en su budare…son felices. Nosotros no buscamos ollas planas. No buscamos comales. No buscamos planchas de metal. No buscamos pailas de acero. Nosotros lo que buscamos, no es la snitch dorada, camarada. Lo que buscamos con una cicatriz, no en la frente sino en el corazón, es la snitch budare…dorada.

P.S: gracias a la globalización, sé que las palabras camarada, compatriota, revolucionario u patria, significan otras cosas y no la tortilla que han cocinado por los últimos 19 años en Venezuela. Podrás ser compatriota mío, pero no un patriota como yo. Eso…no es una arepa, camarada.