Durante
esta semana del libro, en honor a susodicho objeto y a su Día Internacional en
este mundo, me puse a pensar en cual libro es el más peligroso y hasta cual se
realizó primero. El análisis mental sobre estas incógnitas, comenzó cual guerra
entre Dios (o cualquier otra fuerza
suprema en la que usted crea…) y Lucifer ¡Sí!
¡Lucifer!
Yo me
imagino que, rodeado de ángeles allá en el paraíso, todos sin nombre,
fastidiados, ya que todo es “perfecto”, llega un supuesto “creador” y te asigna
el nombre de…Luci…y lo remienda con…Lucifer… ¡es como para generar una guerra!!
Hasta para lanzarle un cambio de gobierno a alguien, en términos celestiales.
-¡Ah!
¿Me vas a llamar Lucifer?- y ahí
comenzó el problema entre el bien y el mal en el Jardín del Edén, engañando a la pobre Eva, con una manzana a precio “injusto” (aunque Lucifer nunca le cobró, ella pagó el
precio por “lambucismo celestial”) y una parranda de consecuencias negativas.
Ahora
bien, el análisis mental inerte a mí, se
produce en base a dos objetos llenos de veneno dentro del universo literario:
la Biblia y el famoso libro “Mi Jardín”. Con la Biblia, al no interpretarla correctamente (no sé qué rayos
signifique esto) se puede llegar a manipular a personas acorde a una falta de
algo, justificando una cierta paz “espiritual”, por dejarse llevar por las
ideas de otros. Quizás yo esté equivocado, tal vez necesite interpretar mejor
la Biblia. Pero ¿Por qué considero al
mísero librito de pacotilla “Mi Jardín”
(al
lado de la Biblia), como un objeto lleno de veneno? Simple.
Hay
personas que “leen” las cartas. Hay personas que “leen” las gacetas hípicas.
Hay personas que dicen “leer” el pensamiento. Los más extremistas o alejados de
la religión, “leen” hasta las manos. Entonces, yo me pregunto dentro de mi
pequeño cerebro tercermundista…si con el mísero librito de pacotilla “Mi Jardín”, solo aprendo a leer las letras del sistema lingüístico
castellano, ¿cómo hacer para aprender a leer estas otras cosas venenosas
pseudo-místicas? Creo…creo… que no estamos aprendiendo a leer lo que los demás
dicen que saben leer.
Sin
embargo, si con aprender a leer las letras del sistema del alfabeto latino o
romano (en latín tardío, Abecedarium Latinum[1]),
para leer sílabas, para después leer palabras, para luego leer oraciones, de
esta forma poder leer párrafos, para así llegar a leer textos, para luego leer
libros (como la Biblia…), discúlpenme
hermanos- sin buscar que suene religioso, lo de “hermanos”- pero creo que este
librito tiene más veneno entonces que la misma Biblia. Con el conocimiento al alcance de la mano, se le puede
refutar a cualquiera que intente engañarlo a uno, ya que se puede ser una
persona alfabeta[2].
Incluso literata, queridos hermanos.
[1] Gracias Wikipedia. Gracias.
[2] Persona que sabe leer y escribir.
Si Eva, de haber sido una persona alfabeta
o literata, habría sabido que los animales no pueden hablar, NO le habría hecho
caso a Lucifer, transformado en
serpiente, y nos hubiésemos ahorrado todo esto de la escasez, el bachaqueo, los
precios del petróleo, la Tigresa del
Oriente, la escasez del papel de imprenta, la Vinotinto sin ir al Mundial
de Fútbol de la Fifa masculino ¡en fin! Todo esto, por no tener a la mano un
mísero librito de pacotilla…allá en el jardín celestial.
Esta
es mi resolución mundana sobre cuál libro es más peligroso, a partir de lo que
he interpretado en el Génesis de la Biblia ¡pero basta! Mejor me voy a
preparar un arroz a la jardinera. ¿Dónde estará el libro de
las recetas, por cierto? Vamos a ver si puedo entender las instrucciones.
¡Feliz
Día Internacional del libro y del Idioma, querido librito de pacotilla!