Tenía tanto tiempo sin escribir, que no sabía por donde
comenzar. Supongo que así se sintieron los bomberos, la noche que estalló el
reactor cuatro de la planta nuclear en Chernóbil, por allá en la vieja e incuestionable (primera vez que uso la
palabra incuestionable) URSS Unión Soviética.
El orgullo, la ambición y el caretablismo, hicieron
que toda una población pagara las consecuencias de una catástrofe sin
presidente. Escribo así, sin presidente, porque se debe estar muy solo en un país,
para que el presidente no te diga la verdad sobre un incuestionable desastre
chavista cataclísmico.
- Oye
Reinaldo, pero ¿no querrás decir incuestionable desastre socialista cataclísmico?
-
El
orden de los factores no altera el desastre.
-
Buen
punto, Rey.
Siempre sospeché que, aparte de la radioactividad de
la remolacha dentro del estómago o la fusión nuclear intestinal del azúcar con
las caraotas, una de las cosas más radioactivas en el planeta eran las maletas
de viaje. Cada vez que observaba a una persona, un 31 de diciembre a las 11:59pm
con un par de maletas en mano, lista para salir corriendo a darle vueltas a su
casa, me decía:
-Debe haber un derrame nuclear-cerebral en ese par de
neuronas, para realizar semejante actividad.
Supuestamente, lo hacían para atraer buena suerte y
poder viajar afuera del país o del estado, departamento o cantón, donde se vivía
en dicho momento. Ahora mírenlos, lejos de sus tierras y no precisamente de
vacaciones. ¡Sigan corriendo y paseando maletas! “El tiempo de Dios es
perfecto.” Mucho.
Cuando explotó el reactor cuatro en la planta nuclear,
toda la radiación se expandió, no solo en el área, sino a otros países de la región.
El grafito, componente que protegía el núcleo, explotó en miles de pedazos contaminando
toda la zona. -¿Por dónde comenzar a recoger?- me habría preguntado yo, si
hubiese estado allí. Debido al Cataflam vivido en ese momento, mas de
50.000 personas fueron desalojadas de Chernóbil.
Actualmente en mi tierra natal, alrededor de 4.000.000
de personas han abandonado el país, producto del desastre de una mata nuclear
llamada chavismo. Tengo esperanza de que pronto comenzará la reconstrucción de
esa Chernóbil. Porque créanme que no tiene nombre, lo que le hicieron a ese país.
Quizás ya no se llama Venezuela, sino Chernobezuela, porque todo lo que lleva
la consonante CH, ya indica desastre: Chino y Nacho, Chávez, chavismo,
el jugo de remolacha, Chicharito, Chernóbil, el Che Guevara,
etch,etch,etch…
Luego del boom de Rápido y Furioso, Harry Potter,
Clase 406 y Juego de Tronos, le llegó el momento a la muy aclamada serie de
HBO, Chernóbil. En ella, se ve como fueron los momentos luego del
desastre y las decisiones tomadas, desde un aspecto pseudo ficcional, tanto
para decir lo que sucedió como para decir lo que no sucedió. Yo mejor no digo ni
escribo nada. Total. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
En ese momento, se vendió una imagen errónea sobre qué
había sucedido realmente en dicho lugar de la antigua Unión Soviética. Lo que
vive hoy Venezuela, es un desastre de proporciones incuestionables. Con esa
radioactividad roja rojita, muy tóxica, que ha hecho desplazar a muchas
familias a otros rincones, se han roto lazos familiares, se rompieron matas de
mango y hasta se rompió la relación musical entre Chino y Nacho.
Como sé que el tiempo, la distancia y la relatividad
de Dios son perfectos, mañana será un nuevo día. Pasado mañana, también lo
será, y es donde espero agarrar lo que uso como maleta (por lo de la
radioactividad), para poner un pie en mi Chernobezuela, ya no radiactiva , pero
sí radiante, y decirle:
-
Hola,
pequeña Veneca… ¡Digo! ¡Venecia! He vuelto. Me regalas un “tres en uno”, por
favor.
-
¿Y
eso qué es?
-
¡Cónchale,
vale! ¡El jugo que tiene remolacha, vale!