Desde tiempos inmemorables, cuando
la memoria no era RAM pero sí era iramplazable, la cultura y su riqueza
se transmitía entre generaciones a punta de hablar y de escuchar.
Pero, si no estabas de acuerdo con
una idea o con la imposición de alguna, rápidamente se pasaba del modo de
defensa al modo de ataque. ¿Cómo? Simple. Se abandonaba la punta de hablar y
escuchar, para tomar una punta de lanza, y buscar convencer a tu adversario
sobre lo acertada de tu razón y de tu idea.
Ahora bien, con el pasar de los años,
hemos ido recibiendo ideas, métodos, formas, procedimientos, técnicas, permisos,
para preparar un rito, un escrito, un asado, un hervido, una inversión en
criptomonedas (¡Y hasta Cristomonedas, para los que invierten mucha
esperanza en la vaina y la huesonada!), en fin, una parrillada y hasta
la suculenta preparación de un pernil en navidad.
Y es que conectarse con los
ancestros, con nuestros antecesores, nuestros pasados y presentes, percibiendo
los sabores, siguiendo recetas, consejos y pasos, pernoctando hasta altas horas de la noche, puede ser la ocasión perfecta
para pedir perdón, cuando se ha cometido un percance.
-
¿Quieres
pernil?
-
¿Perdón?
-
¿Que si quieres pernil?
-
¡Permiso!
¡Quítate!
-
¿Pero
qué es lo que te pasa?
- ¡Todos
ustedes intentando persuadirla a una, con su persistencia del pernil! ¡Yo soy
vegetariana, vegana, libre de gluten, de glúteos firmes con perfil
griego! ¡Y no voy a perder mi planeta por la perdición del pernil! ¡Permiso!
- Permíteme
disculparme ¿Sí? Perdurará en mi esta lección y perseguiré nuestros sueños de tener
un mundo mejor.
-
¿Entonces
dejarás de comer carne, mi amor?
-
¡El
que persevera, no siempre vence! ¡Adiós!
- ¡Pero,
pero chiqui…! Me has perforado el alma ¿Sabes? Me está doliendo el planeta, Perseo.
- ¡Perfecto!
¡!A mí me está doliendo…el pernil! Los dioses aprietan y ahorcan a veces, como
una orca que ahorca a una foca en la nuca, entrépita.
-
¿Perdón?
-
¿Pernil?
-
¿Cómo
me llamaste?
-
Andrómeda.
Y así esta historia fue contada hoy, permiso. ¿Pernil?