Voy a comenzar con la Educación “por
‘delante”, ya que, al parecer, a muchos les resulta comenzar con ella: -¡Buenas
Taldes! ¿Todo bien? Ok… Cada vez que te montas en un autobús (sea de ruta
extra-urbana o no), observas a personas que buscan vender productos de manera
informal. Son personas muy fastidiosas, pero como inician con su “la educación por
‘delante”, hay que devolverles el “saludo”. Esto de ser parte del mundo de la educación
es tan…basto…que le permite a uno saber si hay palabras nuevas en nuestro léxico
venezolano, o si por el contrario, se producen deformaciones fonéticas que
aturden tus oídos de una forma muy bestial. Ya va... ¿Qué? ¿De qué rayos estoy
escribiendo? Debería es irme para la playa y listo. Se acaba esta “filosofería”
por la que nadie me está pagando.
Resulta y acontece que SÍ estoy en una playa. La cosa es
explicarles en cual estoy yo. Cuando llegas a una playa, te encuentras con
mucha gente y muchas sombrillas. Aquí, en donde me encuentro, veo a mucha
gente, todos cargando sombrillas, tapándose del sol, como si estuviéramos en
una playa. Cuando llegas a una playa, te toca llegar temprano, para elegir el
mejor lugar, la mejor sombra, el mejor contacto. Aquí donde estoy, te toca
calarte lo que hayas encontrado apenas llegas. Cuando llegas a una playa, lo
primero que haces es quitarte los zapatos y caminar sobre la arena, relajado. Aquí
donde me encuentro, apenas llegas ¡Te quitan…los zapatos! Cuando llegas a una
playa, lo que acostumbras es comprar pescado frito y tostones. En esta playa,
solo hay cafecito, helado chupi-chupi y vasos de “Nes-tí”.
Cuando llegas a una playa, te encuentras con cualquier
individuo (mayormente son boletas)
vendiendo pelotas playeras, salva-vidas y todas esas pajas inflables. En esta
playa, solo ves gente (en actitudes igual de sospechosas) que venden bolsas
negras, para que puedas salvar tu vida, al momento de cargar alguna vaina. Cuando
llegas a una playa, te sorprendes con la fuerza de las olas, al saber si el mar
está “picado” o no. Aquí en esta playa, te sorprendes, pero de la fuerza, con
que las personas te empujan y te dan tú redoblona (como una ola) si te atreves
a nadar entre ellas. Cuando llegas a una playa, si tienes chance, alquilas
sillas, toldos y hasta cavas, para ubicarte en el point. En esta playa, alquilas solo banquitos y apartas “puestos”
imaginarios para cinco-siete personas, la mayoría, sin moral. Cuando llegas a una playa, te informas con tu
gente, acerca de la calidad de los cayos, cantidad de personas y precios para
llegar a susodicho cayo. Aquí en esta “playa”, escuchas a las personas hablar de
cayos. ¡Sí! ¡Cayos! Si alguien se cayó a golpes por aquí, si alguien se cayó a
golpes por allá, por pañales, por qué sé yo. Cuando llegas a una playa, te
vacilas a todas esas mamis con sus cuerpos de sirenas, en sus mejores bikinis. Aquí,
en esta playa, no ves mamis, sino mamuts, con cuerpos, no de sirenas, sino de
ballenas, con su mejor léxico para decirle a alguien que NO se les colee. Cuando
llegas a una playa, te sorprendes y hasta asustas, si ves a los salvavidas o a
la guardia costera, en algún operativo o rescatando a un ahogado (estamos claro
que TODOS somos chismosos, cuando una vaina así ocurre). En esta playa, te
sorprendes, pero si llega algún operativo policial/guardia nacional, para
fungir de rompe-olas, ante la ola de gente nefasta que solo quiere el mejor
puesto, el primero.
Cuando llegas a una playa, piensas: -¡Por fin! ¡Llegamos
a la playa!; aquí donde me encuentro, llegas, pero a la PAYA. ¡Sí! ¡A la PAYA!
-¿Usted es el último, señor?
– ¡Noooooo papá! ¡Pa’ llaaaaaaaa’ atrás es que ‘ta la
cola!
-¿Pa’ ‘llááááá?
-¡Pa’ lláááááááááá!
Cuando llegas a una playa, toca hacer lo más molesto en algún
punto del viaje, irse. Abandonando ese sabor tropical del Caribe, de un fin de
semana, relajado. Aquí donde estoy, no llegas a la playa, sino a la LAYA…la
LADILLA absoluta de perder horas de tu vida, esperando como un zombie, para
comprar alguna cosa regulada. Y esta LAYA, LADILLA, se vive entre semana, ¡NO
EL FIN! Entre olas de personas que se rigen por un número. Cuando llegas a una
playa, botes y lanchas, son las que llaman tu atención, cual pelabolas
envidioso de los afortunados. Aquí, en esta playa, motos y tukys pasan a toda
velocidad, pendiente de en cual “cayo”, se está vendiendo algo.
Esta, es la vacación actual de un venezolano. El de a pie, el que
camina, el que suda la gota gorda, aunque “su mamá no haya parido teja”, el que
está metido en esta PAYA…en esta LAYA… ¡Bueno, tú entiendes! Esta es mi vacación,
la que me toca vivir en este agosto del 2015. Mi playa, mi paya, mi laya… ¿Y tú?
¿Te fuiste para la playa…también?
“Bueno mi gente, no tengo más nada que deciRles, sin
antes dal-les la bendición. Que mi Dios los bendiga. ¿Cuántos dicen Amén? – ¡Amén!
-Y saquen el dinero del bolsillo…también”
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