Es bien sabido que, cuando uno se
accidenta al manejar un vehículo automotor, se debe tener a la mano un triángulo
de seguridad. Se debe colocar a cierta distancia, para advertirle a los otros
conductores que hay un vehículo accidentado, próximo al triángulo. En vista de
que se ha hecho medio difícil conseguir cosas en nuestra Venezuela, pues desde
hace tiempo algunos acostumbran a resolver dicha situación con un cono (a falta
del susodicho triángulo).
Ahora bien, desde que vi geometría en
la escuela, cuando me hablaban de rectas, triángulos e hipotenusas, yo me
asustaba…
-¡Eso es demasiado Confucio, papá!- le
decía yo, a mi papá.
-Primero, se dice: confuso. Segundo ¡Claro
que no, eso es sencillo!- (mi papá es
profesor de matemática, pero ese no es el punto)
La humanidad sieeeeeeeeeeeempre le ha
tenido miedo al cálculo, a los números, a los cálculos con los números y a toda
cosa que uno no logre entender. Por ejemplo, los pilotos de avión, e incluso
los capitanes de los barcos, le tienen mucho miedo al famoso “Triángulo de las Bermudas”. Supuse por
mucho tiempo que era un lugar en el que no se vestía Jean, pantalones de vestir ni monos deportivos ¡pero no! Ese famoso
Triángulo de las Bermudas, se refiere
a una amplia zona del océano entre Florida, Puerto Rico y las islas Bermudas,
donde las cosas DESAPARECEN. Así como lo leen (o como lo oyen, si alguien está
escuchando).
Probablemente, ante semejante lugar,
con semejante fama pseudo-mística-malandra-cleptómana-de ultra tumba-ratera;
todo capitán o piloto aéreo desearía poder ver un triángulo o un cono de
seguridad, para no caer en dicho “triángulo”. Tal vez Dios, cuando era niño, no sabía cómo resolver algún ejercicio
geométrico, donde había un triángulo. Entonces, agarró dicho ejercicio, lo
lanzó por la ventana y… ¡Voilà! Así nació el Triángulo de las Bermudas. Un fenómeno arriba-abajo-al lado- sobre-natural,
que nadie entiende y nadie puede explicar.
Asumo que es como aprender un idioma,
o cuando se está aprendiendo, no sé… ¡Español! y alguien pronuncia una palabra
de forma incorrecta:
-¿Cómo dijiste? ¡Epaaaaa ya va! ¡El
cono de su DRAE[1],
así no es!
[1] Diccionario de la Real Academia Española. La mamá de los helados, en cuanto a la lengua castellana se refiere.
¡Sí señor! Como lo han visto aquí, EL
CONO DE SU DRAE. ¿O acaso no es culpa de la DRAE la nueva introducción de
palabras que tiempo otrora, no tendrían cabida en la boca de un intelectual,
por más alcohol etílico que tuviese en su sistema sanguíneo? Que si rompido, basurita,
bloguero, murciégalo y hasta bluyín. ¡Sí! ¡Bluyín! ¡Con “i griega[2]”
y pegado!
Cuando en Venezuela, en la isla de
Puerto Rico, en las calles de República Dominicana o en las tierras de Miami (atestada
de cubanos), que pareciera ser una calle de Cuba, uno escucha a un hablante de
la lengua Castellana, con ciertas elisiones fonéticas e incluso el más famoso
de todos los fenómenos fonéticos, el llamado LAMBDACISMO (que no tiene nada que
ver con los lambucios), de pana que provoca sacar un triángulo de seguridad o
un cono de esos, bien grande, y pues comenzar a explicarles que, bueno ¡ESO NO
SUENA BIEN,VALE! ¡El cono de su DRAE!
Supongo que adentro de la boca de
estos sujetos, dentro de lo que es su aparato fonador y toda su composición,
existe semerendo Triángulo de las
Bermudas, que se lleva cuanta buena palabra está a punto de sonar bien y… ¡SUASH!
¡Desapareció!
Me atrevo a decir que la DRAE ha
pecado, dentro de esa mística de darle peso al uso por sobre la norma, de no
colocar su buen cono de seguridad, para alertar a los que no hablan bien y decirles: -Épale, Fulanito. Aguántate ahí.
Repíteme la palabra, que eso no se dice así.-
Lástima, debe ser difícil ser miembro
de la Real Academia Española y pues…ir manejando el vehículo de la vida lingüística
de un idioma tan elegante, complejo y cartelúo como el español…y no tener un buen triángulo de seguridad (o un
cono de seguridad, si no se consigue el triángulo) ¡y sacarlo! Cuando uno
escuche, a un accidente de dos patas, hablando a toda velocidad y sin luz de cruce.
¡El cono de su DRAE!