Entre tantos programas malos que se
transmiten en televisión, un canal Htv
lleno de puro reggaetón, una señal de cable que no tiene el canal CNN en español y la erradicación de la
programación en inglés de muchos canales por suscripción, el nivel de tortura
que he estado viviendo es insostenible en este último año venezolano.
Como toda persona que está, entre un
día agotador y una mala programación de televisión por cable, me dije: - Reinaldo,
ponte a ver algo que te anime, que te llene de esperanza, de optimismo, de
júbilo, de amor, de
alegría, de fe, de armonía, de empatía. ¡Sí! “Hágalo, señor Frodo, hágalo.”-
cuando, de repente, observo un documental en el canal History Channel que decía:
“La Segunda Guerra Mundial: los campos de concentración Nazi.” Al cabo de unas seis horas, cuando terminó el programa, quedé
patidifuso. Ya va. ¿Qué carrizos es patidifuso? Prosigo.
Mientras filosofaba sobre qué iba a hacer
con mi existencia, cambié de canal y, al colocar Htv, me encuentro con que
están pasando un video musical de uno de los artistas más serios, responsables,
éticos, y comprometidos con la calidad, la grandeza y la educación en el mundo:
Ozuna. Enseguida me dio una arre…pera sin harina Pan bien grande.
Como una especie de
odio comenzó a invadirme. Mi nivel de pelea o Ki Ki comenzó a
incrementarse de manera incontrolable. Me dije: -Si tuviera el poder,
construiría un campo de concentración en Venezuela.Lo llamaría “Polar”, por la polarización que hay en el mundo entre dos
sistemas económicos de producción muy famosos. Para entrar, solo bastaría con responder estas tres míseras preguntas: ¿Usted
ha sufrido de la polarización política en su país? ¿Usted sabe lo que es una
malta? ¿Usted sabe el daño que le ha hecho el Reggaetón al mundo? “Pueden pasar con confianza”.
Metería de ipso-facto a todos los
reggaetoneros que lleguen. No, espérense. Yo no soy así. Metería a los reggaetoneros
y chavistas ahí. No, espérense. Yo no soy así.
Metería a todos los reggaetoneros, chavistas y opositores “que no sirven
para un atajo”, ahí. ¡Ahora sí! “Pueden
pasar con confianza”.
Me autodenominaría presidente del
campo de concentración (para que la gente me llame: -Señor Presidente, legítimo
y constitucional-). Convocaría una junta extraordinaria, para caerle a palazos a los reggaetoneros, chavistas y
opositores “que no sirven para un atajo”. No, espérense. Esa no era la palabra.
¡A balazos! No, espérense. Esa no era la palabra tampoco. ¡A correazos! No,
espérense. Esa no era la palabra. ¡A latigazos! No, espérense. Esa no era la
palabra tampoco. ¡A cognac-zos! No,
espérense. No tendría dinero para la cantidad de botellas de cognac que tendría que servir en copas. ¡Señora Lingüística, ayúdeme! ¡Abrazos! ¡Sí! ¡Es
abrazos! Les caeríamos a abrazos. Esa…sería la palabra. Ya que, de seguro allá
en los campos de concentración Nazi,
ni un abrazo les dieron y, a veces, un abrazo es lo que necesitamos para tener
un mejor día. Lamentablemente, en 1944,
los abrasaron. Prosigo.
Luego de esto, los sentaría en una
mesa y les serviría una buena arepa frita con mantequilla Mavesa, mortadela Tapara
y queso blanco rallado; con su respectiva malta Polar bien fría. Esto no es publicidad, ya que nadie me está
pagando. Yo no escribo por dinero. Espero eso cambie pronto. Prosigo.
Después, les pondría un vasito de arroz con leche, como merienda. Arroz Primor,
por cierto. La leche en polvo, será la que encuentre bachaqueada, también. A su
vez, les traería maestras de preescolar, para que les refuercen los números
mientras que, como presidente legítimo y constitucional, yo les gritaría con un
megáfono: -¡Concéntrense, concéntrense!-
Asimismo, les traería profesores de
matemática, para que les enseñen, otra vez, la tabla de multiplicación (porque
dudo mucho de la inteligencia de ciertos cantantes “musicales” y de ciertos
ciudadanos que salen…obligados…a marchar en Venezuela). Por cierto, seguiría
gritándoles: -¡Concéntrense,
concéntrense!-
Además, como el deporte rey en
Venezuela es el béisbol, los llevaría a un campo de béisbol (literalmente) y les daría palos de escoba, mientras les
lanzamos chapas de metal, para ponerlos a jugar chapita. Así, mejorarían su precisión, su agudeza y sus reflejos.
Claro, les seguiría gritando con el megáfono, como buen presidente legítimo y
constitucional: -¡Concéntrense, concéntrense!-. Al cabo de una media hora de
entrega, esfuerzo, pasión y concentración, les ofrecería como parte del
refrigerio para refrescarse: una malta Polar
bien fría o una cerveza light /ice / o negrita.
Con esto, ellos se relajarían y los encargados tendríamos más chapitas de metal
para seguir lanzándoles en el campo. Prosigo.
Luego de esto, les traería profesores
de ciencias sociales, para que les recuerden de dónde venimos, para que podamos
mejorar como ciudadanos y a ver hacia dónde podríamos ir...sin necesidad de
pasaporte. Debido a que, como presidente legítimo y constitucional, ya estaría
cansado de usar el megáfono, les colocaría la canción del lema de Empresas Polar que dice: ♫Sííííí see
pueeeede…Sííííí see pueeeede♪ y que se repitiese miles de veces, mientras
yo, como presidente legítimo y constitucional, estaría descansando.
Yo-sí-puedo. https://www.youtube.com/watch?v=-i66XxKhGk0
También, traería profesores de
educación física, para enseñarles a los internados en el campo de concentración
Polar, a estar en buena forma física, a
valorar al cuerpo humano como templo del espíritu santo. En especial, a los
venezolanos (indiferentemente de su ideología cervecística) que sufran de las famosas “lipas cerveceras”. Fiscales
de tránsito, militares de alto rango y oficiales de policía, bienvenidos sean,
también. Les seguiría reproduciendo la canción, ya que es muy bonita. Como para
abrazar a Venezuela.
Por su parte, les traería maestros del
idioma castellano e inglés, para que les enseñen a amar, tanto a las lenguas
maternas como las foráneas. Maestros del idioma Wayuunaiki, incluso, para que nos puedan instruir a todos como
ciudadanos de un mismo país. Si los reggaetoneros no llegasen a soportar el buen hablar y el estudiar, tranquilos, que tendrían
a la mano banquitos y sogas adaptables al cuello, esperando por ustedes para
que dejen un mundo mejor. Chavistas y opositores, también podrán disfrutar de
esa opción. Las palabras democracia y libre albedrío sí se podrán evidenciar en
mi campo de concentración. Prosigo.
Obviamente, les traería profesores de
biología, para que les enseñen a valorar la vida, la naturaleza que rodea y
hace vida en nuestro país. Rancho Grande
y Angel Falls pa’ to’ el mundo. Agarraría el megáfono y
volvería “a la carga”...
:-¡Concéntrense,
concéntrense!-
Por último, el destino final de todos
esos ciudadanos, dentro de mi campo de concentración, sería el de viajar hacia
alguna planta procesadora humilde, no sé, en Greenville (Texas, EEUU) y luego
ir a Disneylandia. Claro, yo como
presidente legítimo y constitucional, tendría que concertar citas y mesas de
trabajo con el señor Lorenzo Mendoza, ya que él es el dueño de dicha
instalación. Claro, pequeñas vicisitudes como esas, no serían difíciles de
resolver para semejantes presidentes. Por supuesto, le diría, en medio de la
conversa, aquí en mi campo:
-Con su permiso, señor Mendoza…- agarraría mi
megáfono y exclamaría…:
-¡Concéntrense, concéntrense! ¿Qué pasa, pues?
¿Por qué creen que esto es un campo de concentración?- y proseguiría mi fructífera disertación con el señor Mendoza.
Una humilde propuesta de este
profesor, que protesta de forma pacífica pero armada, sin lanzar piedras (porque no tengo fuerza), con un sacapuntas, un
lápiz, dos hojas reciclables y el anhelo de un país sin licorerías, pero con
campos de este estilo o en su defecto, más escuelas. ¿Ah? ¿Qué? ¿Que qué? ¿Que de esto no van los campos de
concentración que vi en la televisión? ¿Entonces? ¡Rayos! ¡Ni modo, a ver otra
vez el documental!
“Pueden pasar con confianza” a mi
campo de concentración Polar.
¿Sabes… lo que es una malta?