Hoy redacto
este pedazo de texto, mientras pienso…
-¿Cuándo me compraré una mesa?- supongo que
debo tener dinero, obvio. Pero según el ex presidente, político, filósofo,
uruguayo, guerrillero y motivador personal, José “Pepe” Mujica, las cosas “nos
roban la libertad”. Yo no quiero que me roben nada, en realidad.
Con una
mesa, yo podría ordenar todo el desastre que tengo en el suelo…y en la cabeza (mentira,
no tengo desastres en el suelo. Sé que no.) Incluso, podría poner las cartas y
los codos sobre la mesa. Es de mala educación montar los codos sobre la mesa,
pero como no tengo, asumo que no importa. ¡Ya va! ¿Qué es lo que no tengo? ¡Ah,
sí! País. No, espérense. ¡Era educación! No, espérense. Era la mesa. ¡Sí, era
la mesa!
A veces,
considero comprarme una mesa de computadora. Luego, recuerdo que no tengo
computadora, así que se me pasan las ganas de comprar dicha mesa. Ante triste percepción,
se me quitan las ganas de comprarme una mesa de cocina, una mesa de radio, una
mesa de computadora, una mesa de nevera, una mesa de esperanza, una mesa de
dominó, una mesa de calentador de agua, una mesa de lavadora, en fin, se me
pasan las ganas.
Según
personas optimistas, positivas e idealistas del mundo, todos somos arquitectos
de nuestro propio “destino”. En lo personal, me gustaría construir mi propia mesa.
Tengo amigos y conocidos que han creado sus propias mesas. Los admiro. Es un logro admirable. Lo más que
he podido llegar a crear, son ideas. Espero montar cosas sobre ellas pronto,
como una mesa.
Si pudiese
llegar a crear una mesa, me gustaría que fuese una gran mesa. Algo así, como una
remesa. Una remesa regrande (léase en tono maro mero macho mexicano). Una requetemesa.
Una mesa que sea arre- grandísima.
Hasta
donde tengo entendido, el ser supremo, el creador, el único, el inigualable, el
Rey de Reyes, es quien creó el cielo,
la tierra, los Teletubbies, los pastelados, las bolsas Clap, PokemonGo, a la Tigresa del
Oriente, la Colonia Tovar, todo. Yo no
creo que pueda competir contra semejante magnanimidad creadora, pero, para
crear una mesa, sí que tengo la voluntad para crear hasta una remesa. De hecho,
a pesar de pertenecer al 98% de la población mundial que odia la geometría y
las matemáticas, me atrevería a hacer una remesa redonda.
De
acuerdo a la mitología antigua de los años anteriores que ya se acabaron, hubo
un Rey Arturo (yo me llamo Rei-naldo,
pero esto no viene al punto), quien recibió como obsequio una mesa redonda, de
parte de su suegro (el también Rey
Leodegrance) cuando subió al trono
de Camelot. Ante lo importante de
esta mesa, los más distinguidos caballeros de la edad “dividida por la mitad”,
eran invitados a sentarse alrededor de la mesa para hablar temas importantes,
sin montar los codos sobre ella.
En la
actualidad, los venezolanos estamos distinguiéndonos
para llevar la comida a nuestras mesas. ¿Hay mesas en las que se aplaude? ¡Sí!
¿Hay mesas en las que se aplaude? ¡No! Sa-sa-sa, ya tu sa…ya tú sabe’. Alrededor
del mundo, dejamos de crear mesas normales, para crear mesas mucho más grandes.
O sea, remesas. Que permitan que se siente más de una persona alrededor de esa
mesa y puedan disfrutar de un buena conversa, una linda velada, algo
interesante, un nutritivo y esperanzador plato de comida, sa-sa-sa, ya tu sa…ya
tú sabe’… un pasaje de avión terrestre o un boleto de autobús aéreo, sin montar los
codos sobre la mesa.
Con tantas
requetemesas en todas partes del globo terráqueo, intentaría que mi mesa, de la
mano de alguna ayuda celestial, sea lo suficientemente grande, con muchas
sillas alrededor, para que se gane algún Record
Guiness, como la mesa…de las remesas.
P.S:
no me atrevería a decir algo tan vacío como “solo se sentarán en mi mesa, los
que conmigo pasaron hambre.” Esta mesa, mi mesa, no se habrá logrado crear con
plata, sino con “tiempo de vida” (Mujica, 2014) Puedes sentarte con gusto, con confianza, con
hambre, seas quien seas, pero… baja los codos de la mesa, por favor.
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