-Sé que no será fácil. Me costará mucho alejarme de ti. Tuve
que botar todos mis ahorros. Y lo digo literalmente ¡Los boté! Ya que habían dicho
que no servían para nada los billetes de cien.
Luego dijeron que sí y la vida me sonrió. Ahorré otra vez, como pude. Con
sacrificio, con garra, con lucha. Le caí a rollo a los que me caían a rollo en
los autobuses, en fin. Hasta que me dijeron que…ya no dabas más. Que tus
horas estaban contadas. Por un momento, te sentí magallanero o caraquista.
Estabas liquidado. Sangrando por la herida, literalmente. Pero levanté el
rostro. Asumí la realidad y me armé de valor. Crucé la puerta y le dije al
señor: “¡Señor, deme una urna para el billete de cien!”
-Pero, ya no estoy muerto. A
según, viviré un tiempo más.
-Yo sé, devaluado. Te quedan
como cinco días, pero ese no es el punto. Lo que no sabes, fue lo que me costó
pagarte la urna, la carta de defunción y hasta el hoyo, allá en el cementerio. Justo
al lado de los gloriosos Tigres de Aragua.
El respectivo olor a formol de los Leones
del Caracas y los Navegantes del
Magallanes. Me fajé, “parí” esos
reales, pero ya puedes morir en paz, billete.
-Chamo, no moriré el 20 de
Enero. El presidente de los tremendos ideotas, porque hay que reconocer que
tiene ideas muy grandes, me dio un mes más de vida.
- ¿Cómo es la taima? ¡No, sí
pues! ¡El Terminator! ¡El T-1000 de
la economía! Al que le echan, fuego, azúcar, flores, muchos colores, sustancias
radiactivas, una gandola de hidrógeno, balas de escopeta, bombas lacrimógenas,
bombas incendiarias, etc… ¿y todavía? ‘Ta bien, pues.
-Chamo, en serio. [Cough,
cough] (Tose moribundo) Loco, yo también estoy cansado. Allá arriba, en el
cielo económico, el San Pedro celestial
está molesto conmigo. El arcángel Gabriel me tiene tremendo chalequeo. Que si
sí. Que si no. Que si el vuelto. Que si ya no valgo. Que si mi honor. Coooooooooooye.
Allá arriba, ellos también tienen cosas qué hacer, para estar esperándolo a
uno.
-¡Pero si ya te pagué la
urna! ¿Quién me paga esa taima a mí, si no te llegas a morir?
-Tampoco hables feo, Reinaldo.
Que tus “ahorros” los gastaste comprando una caja de fósforos.
-‘Mano, usted no sabe lo que
me costó pagar esa caja de fósfor… ¡Digo! ¡Esa urna! La masa no está pa’ bollo
(de hecho, ni pa’ pastelitos, ni pa’ empanadas, ni pa’ churros, ni pa’
tequeños, ni pa’ arepitas dulces, ni pa’ arepitas andinas) aquí en Venezuela.
-¡Ahhhhhh ‘tas viendo! No sí,
pues. ¡Llora! Lo que te falta es que quieras que yo me muera, pa’ agarrarte mi
herencia, mi pensión, mi jubilación, mi tarjeta de la garrapata, mi cesta-ticket ¡Mi todo!
-Ah pues, billete de cien. ¿Acaso
ustedes los billetes tienen seguro de vida? ¿Liquidez? ¿Plusvalía?
-¿Ah, no lo sabes? ¿No te
han dicho sobre…?
-¿Sobre qué…?-
[Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii…]
el billete no reacciona. No muestra signos vitales ni señales de vida. Al parecer,
mientras revisaba su Nokia XpressMusic,
vio algo en Dólar Hoy, que sentenció
su destino en el cajero.
-¡Rayos! Ahora sí tendré que
usar la urna. Y mi mamá, que no encuentra cómo encender la cocina. ¡Rayos!-