“Si te preocupas por lo que los demás
piensen de ti, entonces te controlarán”. No estoy seguro si Tyrion Lannister, el comisario Woody de Toy Story o algún maestro Jedi, dijo eso. Puede que lo haya leído en algún refrán mejor
escrito o simplemente estoy inventando disparates, pero hoy más que nunca, el
poder está viviendo su peor momento en Venezuela (-Yesssss!).
Aparentemente, si llegas a escribir o
si llegas a decir algo que incomode mucho a quien pueda estar en una posición
de poder, dentro de un círculo social, pues dicha persona comenzará a practicar
ese tipo de actividades llamadas “fichar”, “poner en salsa” o “cazar” a quien haya sido capaz de tan
fehaciente juicio. En fin, se molestan contigo.
Para medio entender este feeling que estoy planteando, imagina que vives en el
mundo mágico de Harry Potter. Ahora imagina que hay un mago
muy malvado. Ahora quítale la nariz. ¿Qué nos queda? ¡Ajá! ¡El innombrable! ¡No!
¡No es el inter galáctico! ¡El otro malvado!
En dicho mundo, el miedo es tal,
que dicho personaje no es llamado por su
nombre propio sino con el supuesto “innombrable”. En Venezuela, la realidad que
se vive no tiene un color muy pastel que
se pueda escribir. Tampoco, como para expresar que las cosas se están horneando
bien. A mi parecer, cuando un panadero quiere preparar u hornear un producto,
debe panificars…¡Epa! ¡Planificarse! Planificarse
para que no le falte nada. Mejor aún: para que no se le exceda la mano, al
momento de preparar algo.
Si quieres hacer pan, debes tener
harina de trigo, azúcar, energía para amasar y…levadura. Si usas todos los
ingredientes correctamente, amasas la masa como debe ser y horneas en el tiempo
estipulado, tendrás un buen pan. Ahora bien, ¿Qué pasa si no queda bien horneado?
¿Qué pasa si la masa no “levanta”? ¿Qué pasa si no te preguntas nada en la vida?
Siempre es bueno preguntarse cosas. Sobre todo si no se entiende algo. Por ejemplo,
al tomar dictado, desde niño…
Llega la maestra de 3er grado y dice:
-Bueno chicos, vamos a tomar un
dictado.- a lo que sale un niño…
-¿Una qué, maestra?
-Un dictado, muchachos.
-¿Una qué? ¿Dictadura?- comenta otro
por allá.
-¡No! ¡Dic-ta-do!
-Maestra, ¿Qué es una dictadura?- (por
cierto, esos niños son bien preguntones).
-¡Ssshhhhh! ¡Silencio niños! ¡No
repitan esa palabra!
-¡Ssshhhhh! ¡No más! ¡Cuento cinco y
todo el mundo en “posición de descanso”!
-¿Y el dictado, maestra?
-¡Silencio, dije!!! ¡Aquí se hace lo
que YO diga!
-Maestra, ¿y podemos decir dentadura?-
pregunta levantando la mano otra criatura.
-¡Silen…eh, sí! ¡Esa sí! Esa palabra sí
la pueden decir. Ahora, haz silencio por favor. Comenzaremos el dictado.-
¿Se
imaginan a un chef o un panadero que no sepa seguir recetas? ¿Qué nunca haya
preguntado nada? ¿Qué no haya tomado dictados nunca? Porque manque sea a la abuela,
tuvo que haberle preguntado…
-Abuela, ¿qué le echas tú a ese guiso?
-Na’ guará, mijo. Yo no te voy a decir
pero te lo puedo dictar.
-¡Fuego, abuela! ¡Dele, que son
pasteles!
- Levadura, tomate, carne, sal marina,
y orégano.
-Díctamelo otra vez, abuela. Que no
escuché bien. Le-va-¿qué?…-
Hoy nuestro pueblo y nuestras escuelas
se encuentran en una encrucijada histórica. Actualmente nos levantamos como una
“masa” de personas que no aguanta tanto calor del horno y, estos que hoy
dictaminan sentencias injustas, hoy declaran ingredientes a diestra y siniestra.
Aparte de no ir acorde con la receta, no han entendido que se les fue la mano al
echarle mucha levadura a la mezcla y, dicho pan… se ha levantado.
¡Niños preguntones,sigan levantando sus manos!