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La Frase de mí Tío

"La precisión...no es casualidad"
Enríque García

lunes, 17 de noviembre de 2014

El Poder del Aplauso



De acuerdo al Diccionario Escolar de la Lengua,  aplaudir es “dar palmadas en señal de aprobación o entusiasmo” (Espasa, 2009). La segunda acepción reflejada en dicho  diccionario nos indica “celebrar con palabras u otras demostraciones a personas o cosas”. Ahora bien, si aún no hay pista o alusión al poder, o a lo que eso pueda implicar, ¿Por qué escribo EL PODER del Aplauso? Acaso ¿los seres humanos tenemos poderes? Hasta donde yo tengo entendido…no.

Pero, si   “el conocimiento es poder” (Bacon, 1600), entonces ahí sí tenemos cierta relación con la palabra aplaudir. Por ejemplo, imagínese una foca en los famosos “acuarios”. En las funciones, uno puede apreciar como estos animales aplauden (después de haber sido entrenados, claro está) para recibir pescados o simplemente para entretener al público. (Si nunca ha visto a una foca, pues basta con observar una cadena presidencial en la que salga algún ministro o alguna transmisión de la Asamblea Nacional y detalle a los diputados cuando muevan las manos).

 Las focas saben muy bien que si logran aplaudir, tendrán alimento. Para eso los entrenaron. Por lo tanto, aplaudir se convierte en una herramienta poderosa para conseguir algo ¿no? Bueno, si aún no logra entender la imagen, no se preocupe. Ni aplauda tampoco, por favor.

Viajar en autobús se convierte en una odisea extenuante para aquellos que no tienen vehículo propio, sobre todo cuando toca viajar de a pie, porque todos los asientos en la unidad ya han sido ocupados. Cuando el autobús esté  full de personas y usted no logre ver al colector o al chofer para indicarles la parada, usted simplemente aplauda bien fuerte (como si fuera algún jeque árabe rodeado de sirvientes) y observará como de forma mágica el chofer se detendrá (o debería detenerse), al menos que la música de la radio esté muy fuerte (quizás esté sonando Maelo Ruíz para buena o mala suerte suya).
El poder del aplauso, haciéndose presente. Otro escenario digno de esta analogía, se observa en las graduaciones. Al momento de recibir un título académico, las personas presentes aplauden, en señal de alegría (como bien refiere el término). Pero si una persona se ha graduado con máximos honores, entiéndase   Cum Laude o Summa  Cum Laude, entonces se les reconoce dicho esfuerzo aplaudiendo un periodo más largo de tiempo, e incluso toca levantarse, si se está sentado  en el evento. Cómo será la calidad de los estudiantes de la UPEL-Maracay, que la última vez que fuí a una graduación, estaba como invitado en la audiencia y… ¡Me gradué!  ¡SÍ! Puesto que ante tanta aplaudidera por la cantidad de bachilleres graduados con honores, me gradué de SUMMA CUM APLAUDE. Quizás éste haya sido el chiste malo del día pero… El conocimiento es poder, recuérdalo.

Por su parte, si un bebé está aprendiendo a pedir la bendición (en nuestra sociedad venezolana), se acostumbra  que aplaudan, en señal de respeto, ante sus mayores. Aquí, de modo hasta filosófico, se puede notar como el poder del aplauso sustituye a la palabra ¡Bárbaro!

En el caso de advertir a alguien o de asustarlo, aplaudes también. Si quieres decir “mosca” o “ponte las pilas”, es probable que le sumes un aplauso cual  cajita feliz de Mc Donald con regalo incluido. ¿Y qué hay del ámbito deportivo? Cuando se compite, en el deporte los jugadores o el entrenador, hasta los fanáticos incluso, aplauden para felicitar o para insultar la actuación de un equipo o la de un jugador en específico. Por ejemplo, la designación de Luis Sojo como Manager de los Gloriosos TIGRES DE ARAGUA, sin duda alguna que dará bastante para aplaudir en la próxima  temporada de beisbol en Venezuela. No es que me caiga mal el sujeto pero… fue decisión tomada estilo “Asamblea Nacional”, o sea, se hacen cosas, se acostumbra a aplaudir y no ha pasado nada. Catástrofe total.

En otro orden de ideas (para olvidarme de quien es el nuevo manager de los Tigres de Ar… ¡qué problema vale! ¡No puede ser!), al terminar una actividad académica, como las exposiciones, se acostumbra aplaudir para dar por concluida la actividad. Pero…como la mentalidad del ser humano tiende a ser algo, recontracoñísima de la suya, existen algunas personas que aplauden aun cuando no ha terminado la presentación. Esto lo hacen para terminar dicha presentación ante la ladilla, porque no he querido usar otro adjetivo, de escuchar a personas sin saber un tema y quererlo explicar, leyendo la información y todo. ¡Aplauso pa’ esa gente chico! 

Como he escrito anteriormente, en las cadenas presidenciales, sobre todo las venezolanas, podemos observar como todo un país se une ante el poder de los aplausos. Una  pequeña mitad[1] de la población, porque pareciese que no importara lo que se le diga (como en una mala exposición), lo que importa es que lo diga quien yo apoye políticamente.  Mientras tanto, la mitad grande de la población aplaude, pero porque terminó dicha cadena presidencial, dándoles el chance de volver a ver el juego de béisbol en televisión,  la novela del momento, o simplemente alguna graduación o investidura presidencial en la que, como señal de costumbre,  se debe aplaudir. 

 Como se ha podido observar, aplaudir…tiene un poder impresionante, prepárese.


   [1]Filósofos alrededor del mundo, de este mundo, y de todos los otros mundos (sí es que existen) tanto los difuntos como los vivos, y no precisamente los oportunistas, se han dado a la tarea de discutir, pelear, luchar, argumentar, mandar a callar, gritar, chillar, llorar, demostrar, debatir ,alegar, repetir,  hasta aplaudir incluso, para esclarecer si una mitad puede ser más grande que la otra mitad de ese “algo” o, si por el contrario, ha ocurrido una gran incongruencia en el mundo,  estilo: el planeta Tierra es cuadrado, algo así.

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