“Eres simplemente el lado bello de mi vida, eres la esperanza que le queda a mi esperanza.”(Wilfran Castillo, 2002). Hace unos días me preguntaron si me inspiraba en la tristeza o la felicidad al momento de escribir. Yo respondí que eso es relativo, ya que la palabra relatividad es muy bonita. Y es que es difícil responder a preguntas con respuestas cerradas, en plenas planicies abiertas. ¿Qué?
¿Acaso existe
alguien que pase los trescientos sesenta y cinco días del año llenos de felicidad?
¿Acaso existe alguien que pase los trescientos sesenta y seis días del año
lleno de felicidad…por ser bisiesto? ¿Acaso esa persona no se entristece cuando
el año vuelve a tener solo trescientos sesenta y cinco días? ¡En fin, la hipocresía!
Como buen colombo-venezolano que paga
impuestos, impulsa la economía del país y juega Baloto, Parleys y
cuanta apuesta deportiva se encuentre por el camino (que no gane es otra cosa),
mantengo un porcentaje de esperanza en mi bolsillo.
En algún punto de nuestras vidas queremos comernos el mundo. Queremos ser millonarios. Queremos viajar a los junairestei golfa Merica. No queremos trabajar en un call center. Queremos ver el vaso medio lleno… pero lleno de hielo con ciertos elixires, agradables al paladar de un borracho. El anhelo de todo ser humano es comerse el mundo (o al menos, el de los dictadores). Para los que han ganado dos kilos por la pandemia, quizás no. Para los que han ganado cuatro kilos debido a la pandemia, quizás tampoco. Para los que hemos ganado once kilos ante la pandemia, quizás un poquito de mundo no nos caería tan mal.
Existen tantas
canciones, gustos, sabores, hielos, pedazos de hielos y colores en este mundo,
que es normal que no todos anhelemos lo mismo, más allá de lambucear al
mundito. Es como querer preparar una salsa o aderezo. Buscas distintos
ingredientes. Compras distintos ingredientes. Lavas distintos ingredientes y
luego mezclas dichos ingredientes, para generar un toque especial que complementará
ese bocado de comida que estás por degustar.
La esperanza
del chef es que su comida sea exquisita. La esperanza del vendedor es vender
todo y que le den propina. La esperanza del lambucio, ese que anhela comerse
una empanada o hamburguesa, es que haya salsa o aderezo para degustar. Si no,
no habrá mundo que le importe. Así inician los dictadores.
-
Pero, señor ¿No desea llevar la hamburguesa entonces?
-
¿Tú eres loca, chica? ¿Cómo no vas a tener salsa aquí?
- ¡Es que es muy rica y se nos agota muy pronto!
-
Eso es lo que le da razón a mi existir, por eso es por
lo que vengo a este lugar.
-
-Bueno, nos queda este pote con el último porcentaje
de salsa.
-Dame siete hamburguesas, por favor.
Esos pequeños momentos de la vida,
son los que algunos llaman felicidad. Claro, no todo es color de rosa en esta
vida pandémica. Lo importante es intentar comernos al mundo, cada uno a su ritmo.
Podemos tener momentos de tristeza u odio, claro está, pero no hay nada que una
buena canción de salsa erótica o vallenato
no pueda resolver.
Es como que llegue una persona a tu
mesa y se lleve consigo el pote de aderezo con el último porcentaje de salsa…
-
¿Y esa cara llena de odio? ¿Qué pasó?
-
¡Es que aquel engendro se llevó el pote con el último
porcentaje de salsa!
-
Tranquilo. Por-cierto-traje salsa. Sigue comiendo. ¡No
pierdas la esperanza!
*Imagen tomada de: https://time.com/5573720/hitler-world-influence/
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