A lo largo de la historia del ser
humano, cuando no se puede explicar un fenómeno o una idea o una situación o un
asunto o una circunstancia o una huesonah,
el hombre se remite a esa fuerza suprema última, magnánima, a la que algunos
llaman Dios, para poder entender
dicho fenómeno, idea, situación, circunstancia, asunto o huesonah.
“-Si Dios está conmigo ¿Quién contra mí?-” o “¡-’Saparézcanse problemas,
que Dios viene conmigo!-” y frases por
el estilo, comenzaron a escucharse en el día a día, desde hace tiempo. De acuerdo a esto, sentirse “Dios” debe ser una cosa muy genial. Para
muchas religiones alrededor del mundo, existe solo un dios y punto. En cambio,
existen otras religiones donde tienen
más de un dios e incluso, hay religiones que ni dios tienen.
Ahora bien, con tantas oscuranas y
problemas que se nos presentan como venezolanos, pues es muy fácil sentirse un
dios. Yo considero que vivimos en el “país de los diositos”. ¡Ya va! ¿Qué? Si Dios es único y perfecto (según otros mortales como yo) ¿Por
qué afirmo esto? ¿Qué es un diosito? Pues sigue leyendo.
Cuando nos remontamos al Génesis en la Biblia, al principio del comienzo, al inicio del arranque, al
avance del progreso, pues nos damos cuenta que, aparentemente, Dios creó muchas cosas (de hecho, todas
las cosas, a según) sin ayuda de nadie. Yo me cuestiono ¿No habían ángeles? ¿Agua
bendita? ¿Dólares? ¿Bolsas CLAP? ¿Adamantium? ¿Nada de eso? ¿Ni un pasante?
¿Para no decir que Dios lo hizo todo
solo? No lo sé…
En este diciembre del 2016, cuando le
pides a un venezolano que haga muchas cosas, EN VENEZUELA, sin ningún tipo de
ayudas, ni pasantes, ni dólares, ni bolívares, ni ángeles, ni agua bendita, ni agua de Jamaica, ni adamantium, ni “material” para los carnets, ni harina de maíz precocida
para las hallacas navideñas, ni pintura amarilla para los lápices Mongol, seguro comenta: “-¡Chamo, nah guará,loco!”
Debido a esto, asumo que somos un país
full de dioses por todos lados. Un Dios que está haciendo algo genial, por allá.
Un Dios que está haciendo algo extraordinario, por aquí. Un Dios que está
preparando un desayuno, en aquella esquina. Un Dios que está impartiendo clases
en una escuela inexistente. En fin, todos creando y creando, desde la nada.
Por supuesto, es muy atrevido de mi
parte, argumentar que somos semejantes a dicha figura “única y perfecta”. Así que,
en su defecto, pues le coloco el sufijo diminutivo “-ito”
a la palabra dios… ¡Y listo! ¡Somos diositos! ¿Ven? Somos un poquito más
inferiores que Dios, pero seguimos
siendo igual de arre…cifes.
Por su parte, cuentan las leyendas,
que dicho ser supremo se le aparece a los hombres y mujeres de forma
misteriosa. Nosotros, como diositos, nos aparecemos (gracias a la magia divina tecnolo-ligiosa) en pantallas de
teléfonos celulares y notas de voz de WhatsApp,
a las mujeres y hombres que hoy no están en mi país. ¡No sé ustedes, pero
para mí, eso es una forma de “aparición”!
Es por eso que hoy, con miras a terminar
el año 2016, invito a todas esas personas alrededor del mundo, que quieran
acercarse a Dios, que se vengan a
Venezuela. ¡Vénganse! No verán diositos partiendo el mar en dos mitades, pero
sí partiendo el sueldo en pedacitos, para rendirlo hasta fin de semana (no del
mundo…ni del mes… ¡Ojo!!!)
Aquí no se resucita, ya que para eso,
se necesita estar muerto. Lamentablemente, en mi país hay muchos vivos. No les
prometo cuarenta días de ayuno, pero no les prometo menos de eso. Y es que en
esta parte del globo terráqueo, no se hacen actos de magia…¡Sino milagros! Pregúntenle
a cualquier madre venezolana. Sea o no, que esté adentro de una iglesia o una
cocina. Aquí hay un agua que es más
sagrada que la bendita…y esa es la potable. Beberla…ya es una bendición. Este
país es un Jardín del Edén, de
veritas, de veritas (como diría Shrek).
Lástima que no nos están botando de aquí, sino que nos estamos yendo, sin
siquiera arrancar alguna fruta prohibida (que no hay ninguna, por cierto…ups…)
¡Qué Dios y los diositos nos bendigan,
hermanos míos!
¡’Saparézcanse demonios! ¡Sale, sale !
¡Agua potable pa’ ustedes!
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