El
acto del habla es muy complejo, eso creo que está de más escribirlo, pero…
escuchar… ¡ESO!…sí que es una versión 2.0 de la palabra complejidad. Cuando
escuchamos algo pero queremos hacer caso omiso de alguna información,
simplemente decimos:
-¿Ah?
¿Qué? ¿Qué dijiste?
Pero cuando conocemos a una persona,
al momento de decir nuestros nombres, siempre ocurre que los dos individuos (prestos
a conocerse) dicen sus nombres sin siquiera escuchar a la otra persona, pasando
un buen rato hablando sin saber cómo se llaman realmente. Esta “complejidad”
sucede también, cuando escuchamos palabras con una pronunciación algo bastarda
(o sea, bien rara…), estilo:
-¿Y de dónde
eres tú?
-Tinaquillo.
-¿Tinaqueeeeee…?
- Tinaquillo.
-Mmm…ya.
Ahora
bien, hacer caso omiso de lo que escuchamos, tiene sus consecuencias. Y es ahí
donde escuchar información de cualquier índole, se vuelve un tanto delicado. Cuando tu mamá te espera a tempranas
horas de la madrugada, para darte tu buen sermón acerca de los peligros, no de
la calle como tal, sino de desobedecer su palabra…chamo…no hay que hacerse el
sordo “oió[1]”…
-¿Quién
te dio permiso para salir a la calle?
-¿Ah?
¿Que
quién te dio permiso para salir a la calle?
-¿Ah?
-Aaaaaaaah
bueno, bien bello, pues. ¡Aparte de que te escapas, llegas borracho!
-¿Ajá
y cuál es el peo?
-¿Cómo
dijiste, carajito?- (pelando esos ojos como par de huevos fritos)
-¿Ah?
Por su parte, en la vida existen
personas con una facultad extraordinaria para escuchar cosas, ideas, rumores,
peleas, propuestas de aumento salarial, despidos, idas de terceros a el doctor, llegadas de operativos de Mercal, etc.
Son los comúnmente llamados “chismosos[2]”.
Me atrevería a decir que fueron el Twitter
del pasado. Dejando frases muy puntuales pero poderosas en todas las
urbanizaciones, calles, cuadras o barrios, dignas de un doctor en plena
operación a corazón abierto, o sea, ¡NO FALLAN!
-¿Viste
que mañana no va a haber agua? ¿Viste que botaron al señor Rolando de la
empresa? ¿Viste que fulanita salió embarazada? ¿Viste que llegó gente de
Tinaquillo?
-¿De
Tina-queee…?
-
¡De Tinaquillo vecino! Y al parecer tienen rrrriallll…
-Primero…
¡Se dice real! Y segundo… NA GUARA’, TÚ LE PONES ¿OISTE? Deja de estar
pendiente de los demás, verciale.
-Aaaaaaahhhhhhh
pues.
Volviendo al tema de las madres, ¿y
qué sucede cuando ellas se auto-visten de ese poder para “no escuchar” tus
peticiones?, ya que, luego de haber cometido una mala acción (por no prestarle
atención a ella en el pasado), ahora toca jalarles cuanto se necesite, para que
otorguen un permiso o algo, porque simplemente… no escuchan…
-Mamá,
¿me das permiso para ir a la fiesta?
-¿Ah?
-
¿Me das permiso para ir a la fiesta?
-¿Ah?
-¿Qué
si me das permiso para ir a la fiesta?
-¿Ah?
-¡Fiesta
pue’! Ahora esta vieja loca no escucha…
-¿Cómo
me llamaste?
-¿Ah?
Hablar y escuchar. Dos actividades humanas de alto nivel,
que pocos fenómenos logran desarrollar de forma óptima. Unos para bien y otros
para, bueno, esteeeee…bueh’…que peo vale. Pórtense bien, y así no tendrán que
andar jalando en el futuro.
-¿Que qué?
-Que se
porten bien, para así no andar jalando
en el futuro.
-¿Que qué?
-¡Que se
porten bien, para así no andar jalando
en el futuro!
-¿Que qué?-¡Nada, vale! ¡Tinaquillo contigo chic@!
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